
Las marismas, son como laberintos de esteros y canales que recortan islas cortas y grandes, largas y estrechas, anchas y cambiantes, unidas ellas a entrantes y salientes de tierra seca, que como una mujer coge en su ensenada a las aguas del mar que vienen y van con cada marea…uniéndose a estas bodas de la naturaleza las brisas y vientos, las calmas y temporales de los aires que como dosel deja pasar a través de sus esferas las lanzadas flechas de fuego del Sol y esas otras, a millones, que nos vienen desde las estrellas…
Así son las marismas, y tal vez unos las vean como ciénaga que da vida a insufribles mosquitos que irritan la calma de los días, pero otros, que por ellas se deslizan, ven, ven que es la vida misma, donde se juntan esos antiguos cuatro elementos que en su unión, nos da vida, al humano, al que vive, al que razona y siente…
,
Eran una decena de traiñas que tajaban las olas en sus avances, con sus hombres en cubierta, unos escogiendo lo que las artes les dejaban, otros estibando en cajas esas pescas, otro manejando la rueda del timón, tal vez uno engrasando las máquinas y el motor que impulsaba a los barquitos, y casi siempre, un aprendiz de marinero, un grumete vamos, que en lo que llaman cocinilla, calentaba en un hornillo agua en una ennegrecida cafetera, la cual ya formaba parte inseparable, como las cuadernas o la quilla, de la traiña pues casi desde su botadura, un día sí y otro también calentó con su mejunje los estómagos de los marineros,
