- Xeyareum-Xun
- 14 jun 2019
- 22 Min. de lectura
Actualizado: 31 ene 2020

**1.TE VEO**
De pronto, desperté por que una presencia se acercaba a mi, y escuché que me hablaban en mi mente, con voz clara, con voz de mujer
--¡¡Te veo. Te veo!!
Y eso me pone en guardia, vigilante, haciéndome que me levante, flexionándome sobre mi lecho, quedando como una alcayata sobre el catre y esperé atento a oir de nuevo, ya como akendiano, a ver quien me hablaba...pero nada, así quede...
Volví a dormir, y de nuevo me incorporé en la mañana, y fue cuando vi una nota de una mujer desconocida, que me decía...
--¡¡Te he visto, te he visto pasar ante mí, muchas veces, y te espero!!
**2.REGRESANDO HACIA EL LEJANO Y CÁLIDO SUR**
Tras haber pasado mucho tiempo en las lejanas montañas del país del Centronorte de Ibernia, en cuyas tierras frías y escarpadas levanté mi casa, rodeado de rocosas, agudizadas, aristadas y filos cortantes montes y montañas, después de haber dejado Zikred y sus tierras por cosas personales, empecé a estar saturado de tanto monte, no me encontraba bien, no me encontraba a gusto, pues empecé a verme limitado y coartado para satisfacer los deseos que empezaban a reclamar su hora, por lo que empecé a mirar de nuevo con afecto las cálidas tierras del Sur, y decidí por eso regresar a este mi hogar primigenio, a mi casa akendiana ancestral.
Y así lo estuve pensando y reflexionando sobre ello, hasta que un día de esos que andando por un vereda de esa que cruza los paisajes a no mas de una hora de casa, uniendo casas y aldeas, y en eso estaba cuando me topé con Fraben Gus el Rana, y saludándonos con cierta efusión pues hacía años que no nos veíamos, y tras las cortesía de los encuentros, le digo:
--Oye, Fraben, regreso a casa, y si quiere me acompañas, vente conmigo, ya llevamos mucho tiempo por estas nortedades...
--¿Cuanto tiempo por aquí llevamos ya, años? -- Me contesta y le respondo
--¡El que sea, hombre, el que sea!. Es un impulso, casi una necesidad lo que me tira para que regrese al calor, y lo sabes bien, es un impulso, ese mismo que nos hizo venir aquí, al frío norte.
--Pues nada, pues nos vamos, yo tampoco tengo aquí mucho que hacer, así que prepara tus cosas, prepara tus cosas, no muchas eh, y nos regresamos.
Dicho esto, y tras una conversación que acabo hablando sobre su familia y los hechos que habíamos vivido, regresamos los dos a nuestros poblados entre las montañas, y en poco nos hicimos el equipaje, que era poco como quería Gus, y al día siguiente, tras un pequeño protocolo de despedida, empezamos a andar por entre los pasos poco hollados de las montañas, pues no llevábamos el equipamiento adecuado para subir hacia los collados de altura y cruzar así de forma mas rápida a la otra vertiente de las montañas, a las laderas soleadas del Sur..
Andamos con alegría, en estos inicios, un estado de contentura que asusta a muchos, ya que jugamos y corremos como si fuéramos brincamontes, subemontes y aulladores, de risco en risco, de piedra sobre piedra, de recorte en recorte...
Así hacemos, yendo por una senda transitada por muchos otros, y adelantamos en ella a un grupo montañez, y empezamos a subir hacia un puerto, y cuando llegamos a él, digo:
--¡Gus, mira!, si subimos la senda hacia las alturas, vamos a tardar en cruzarla días, pues las nieves nos dejará ir solo como tortugas, así que bajemos por el paso este que nos dijeron los viejos, que aunque parezca mas dificil no está nevado ni helado, y será mas rapido!
Miramos hacia las cimas nevadas, las abras entre ellas y después hacia el sendero indicado, y empezamos a descender con el cuidado de no resbalar, pues las rocas estaban húmedas y llenas de verdín muchas de ellas, pero aún así,pese al cuidado puesto, Gus resbala se golpea, pero tras el susto, vemos que no es fuerte el daño, por lo que tras arreglarle la lesión, seguimos andando un buen rato mas hasta que llegamos a una posada que se levantaba en una nava, de construcción de piedra negra de la comarca esta, rodeada de una arboledita que le daba un ambiente acogedor, y le digo a Gus
--Oye, amigo, aquí nos quedamos por hoy, aquí comeremos y pasaremos la noche, y tu te recuperas del golpe.
--Eso te iba a decir, que de aquí no me muevo, hasta que vea como tengo el golpe...
Así, al llegar a esta posada, entramos los dos, ya siendo la tardenoche caída, y tras los saludos corteses, pedimos de comer, siendo atendido por el posadero que estaba tras un barra de la cantina que gobernaba, y nos dice este
--Caray, hace tiempo que no vemos pasar a gentes como vosotros por aquí. Habéis cogido el sendero corto pero pedregoso, el de mas riesgo, mientras todos quieren pasar por el camino largo de las cumbres.
--Cuando estuvimos en el desvío, nos dijeron que el de arriba es muy frío, largo y cansado, y no sabemos si lo pasaremos -Le dijo Bindo
--Sí, así es, y eso me dice mucho, el de arriba es mas corto para cruzar al sur, pero es también el mas largo en tiempo, parece como si el frío enlenteciera la caminata, y muchos que no se han criado en la montaña, en sus soledades y frialdades, no lo soportan. Por eso veros a vosotros, que parecéis del sur, por vuestra piel soleada, me ha sorprendido un poco...
--Ya sabe, cosas de la vida, de nuestra vida. Las vivencias nacen de nuestros deseos, y ahora tras estas experiencias, pues parece que nos llama de nuevo el calor, pero sabe, ya no somos los mismos...
--Claro, nadie es el mismo de un día para otro, ni siquiera los muertos. Todos cambiamos, vamos cambiando de ropaje, de color de piel, de deseos, y solo queda en nosotros esa sensación de ser una chispa que va de momento en momento, hasta que se acabe la luz...
**3.DESCENDIENDO A LA LAGUNA DE AGUAS NEGRAS**
Ando por Zikred, ya caída la noche en la ciudad, y sin apenas gentes por las calles, y en ese vagar voy acercándome a la oficina que tenía años atrás, en la calle larga que está en las traseras de la Casa del Gobierno de la Ciudad, y así pasé por los dos lugares en los cuales tengo mis quehaceres de consejero privado para las gentes de la zona, pasando primero por la que está funcionando como Central de Remesas, revisándola, y viendo que está bien me acerqué a la oficina vieja, subiendo a ella, en la cual me encontré que ahí estaban los socios que formaban parte del negocio de la Central de Remesas, como es Anflep el Calvo.
Tras un buen rato de revisarla y hablar ahí con las gentes, ver el orden que tiene y controlar el mobiliario y los archivos que quedan en el viejo local, me pongo a mirar unos estantes, y veo que están repletos de cosas sueltas, desordenadas, caídas, trastocadas, mal puestas, y eso me causa molestias por causa de la dejadez de los que usan el local, y más aún por la pérdida de tiempo que me hacen sufrir al tener que buscar cosas que antes estaban localizables de forma racional.
Bueno, así estoy en esta situación mirando lo revuelto, cuando entra hacia mí, desde un pasillo largo interior, uno de los que aún se alojan provisionalmente, de forma humanitaria, en una de las habitaciones del local, y me viene cargando entre sus brazos un viejo cartel de la organización social que en su día llevaba la asistencia a las personas fugitivas de otras tierras, cartel que me muestra que está roto, y me cuenta que uno de los alojados es quien lo ha hecho en un ataque de rabia contenida por su situación desesperada, y le digo al informante
--Esto no pasa más, esto no vuelve a ocurrir. Les doy techo y suelo, calor humano y asistencia, y lo que hacen es atacar a quien le da la mano, nos muerde con rabia….
Y claro, con ese enfado, le digo que me acompañe y me voy pasillo adentro, hacia el fondo, hacía la habitación de alojamiento, la cual estaba compartimentada en varias zonas, separadas por unos espacios formados por las literas y los catres, y ciertos armarios de lona, y sabiendo que quien estaba ahí era el rompedor del cartel, le digo:
--¿Oye, porque has roto el cartel, que daño te hemos hecho, así nos paga?.
Entonces, me mira el veinteañero, con un semblante serio, cara morena y alargada, lampiño, y me dice
--Es que ha sido un accidente, estaba ahí el cartel y en unas mudanzas que hicimos aquí dentro falló el soporte y así quedó, puedes ver cómo está la habitación, mírala?.
--¡¡No me diga!! –así le respondí, y al mismo tiempo empecé a observar mejor la estancia.
Y veo que toda ella está desvencijada, abierta, transparente, viendo los interiores de los pisos superiores que están sobre el local que estoy viendo, y veo que hay goteras que son causadas por filtraciones que vienen de los pisos superiores, que van causando daños en el techo que nos separa de ellos, y así van humedeciendo cada vez más la estancia, estropeando lo que hay en ella. Miro todo lo que me rodea, en un entorno de luz ambarina, y me asombro que ante mis propios ojos el techo se vuelve traslucido al igual que las paredes, y aparece ante mí que todo se me muestra con las formas de una nave invertida, como una vieja fábrica, viendo sus estructuras de pilares, columnas, vigas, armazones, tirantes, contrafuertes…todo en un ambiente de abandono y dejadez, de estar mucho tiempo sin actividad, con una luz cansada gris y fría.
Ando un poco pues quería algunas cosas con más detalles, y observo que hay también plataformas que están fijadas en armazones, habiendo por esto muchos niveles, viendo que hay muchos salientes, como balcones y miradores para ver las partes inferiores de la nave fabril.
Es en ese momento, cuando al mirar hacia arriba, hacia esos balcones, cuando empiezo a distinguir que en están como ocupados por unas muchachas jóvenes, no mayores de los veinte años, que al darse cuenta ellas me saludan desde sus alturas, con maneras de conocerme. Sí, ellas me saludan y asomadas a las balconeras, a diversas alturas sobre mí, empiezan a avisarse entre ellas, y empiezan a insinuarse con voces cantarinas y dulces, de jovencitas florecientes.
Son atrayentes, no lo niego, y sus voces deleitan mis oídos, y me entran ganas de subir, y eso me dicen, como si leyeran mi mente…
--¡Eh, muchacho, oye, porque no subes. Ven con nosotras y tomate un cafetín, mientras hablamos o cantamos!
Así me decían unas y otras, de forma casi continua, y mirándolas y al mismo tiempo, miro a los que están conmigo en la estancia, y les digo
--Y eso, siempre han estado aquí, sobre nosotros.
--Claro, siempre, pero nosotros pasamos de ellas.
--¡De verdad?.
--¡Claro, es un lío tener relación con ellas, viven sobre nosotros, dominándonos, y nosotros aquí abajo, cerca de las aguas oscuras, de la charca de aguas negras!.
Y haciendo caso omiso de ellas, de sus llamadas y poses seductoras, es cuando empiezo a ver mejor la situación, y mirando el lugar, descubro que desde el piso de la estancia donde estoy, por una boquete en la pared, se inicia una especie de plataforma, pantalán o pasarela que baja haciendo una curva hacia la derecha, hacia la Laguna Negra.
Me asomo a ella, y veo que los dos jóvenes de la estancia se adentran en el local, saliendo de zona, y en ese momento miro de nuevo a las jóvenes de los pisos de arriba, pues no dejaban de llamarme, avisarme y de jugar con sus poses y gestos, pero sin conseguir que yo subiera. Y mientras así estaba el que rompió el cartel, volvió de nuevo hacia mí y me dijo que me iba a acompañar un rato, pues me dijo
--Sabes, tu no conoces estos lugares que se te han mostrado, y como en mi tiempo de espera he estado por aquí mirando, pues lo conozco mejor que tú, así que te acompaño y te guío, si no te importa.
--Me parece bien, así me explicaras lo que no entienda de este lugar.
Vuelvo a mirar a la laguna, y bajando los dos por la pasarela, que veo que resiste, a pesar de estar hecha en precario por los dos alojados, probando con pequeños saltos y balanceos sobre los tablones iniciales, que salvando van los desniveles. De esta forma al coger confianza, bajo por ella hasta la misma orilla de la laguna, acompañado por el rompedor del cartel, hasta que al llegar al final de la pasarela, veo en ella que hay amarrada una especie de balsa hecha de troncos de maderas…
--Si –me dice al ver que la miro—la hicimos para pasar por la charca hacia otras partes de la laguna…
Entonces, estando ahí, fue cuando pensé en el Mar Interior que el Juver el Aventurero vió en su Viaje al Centro del Mundo. Y enlacé muchas cosas de los viajes alyendianos descritos por tantos escritores de tiempos pasados… pero sigamos con esta situación por la cual me muevo.
Estando ahí, a un paso de subirme a la balsa, cando vi ante mí, en toda su extensión, a flor de agua, el tamaño de la laguna, que aún en la negritud y oscuridad del lugar, me era dicha porque toda la ribera estaba bordeada por los arrabales bajos de Zikred, que iluminados por las débiles luces de varios tonos que van desde el blanquecino al ambarino gastado, me hizo ver las zonas oscuras por donde me estaba moviendo.
Así, que tras mirar lo que pude a través de la oscuridad, me subí en la balsa, y acompañado y guiado por Alrrok, cruzamos las aguas, a las cuales fui viendo que eran una mezcla de aguas estancadas y aguas renovadas que venían del mar abierto. Entonces entendí que todo este lugar estaba influenciado y dependía de los flujos del Mar Exterior, de donde recibían los aportes mínimos que evitaba que se muriera.
Seguimos cruzando la laguna, y vi como toda la zona es un lugar abandonado, una antigua zona industrial, donde todas las fabricas se han ido desmantelando y quedando todo en sus costillares… De pronto Alrrok, en su perchear sobre esta charca, me llevó hacia una zona de poca hondura, y tras poco tiempo quedamos como encallado sobre un bajo de tierra, que al poco quedo en seco y nosotros sobre él, descubriendo que desde la orilla lejana venia hacia nosotros unas vías de ferrocarril estrecho, que se nos mostraba sobre el fangal y el cieno de los fondos recién aireados. Y observé, con sorpresa como venía hacia nosotros, circulando sobre las vías, un pequeña maquina antigua, echando humo y conducida por un solo maquinista, haciéndola silbar, cruzando ante nosotros y tomando una curva, se dirigió hacia una bocamina que se abría a unos cientos de metros, que se abría en una ladera de una colina que no sabemos como se levantó de pronto sobre las aguas… y aún absorto en todo esto, sentía como las sefeten seguían llamándome desde sus alturas.
Miré toda la zona esta que me rodeaba, que estaba en penumbras y oscuridades, y al acercarme a las casas de las riberas vi a todas ellas muy humedecidas, sobre todo las que estaban colindantes con las orillas. Miraba y miraba, pero el ambiente pesado, lúgubre, penoso, me hacía sentir muy incómodo, mientras Alrrok me iba explicando las cosas que veíamos o le preguntaba.
Así estuvimos un buen rato navegando por las oscuras aguas, tras salir del varamiento, tras empujar la balsa hundiéndonos en el fango hacia aguas mas profundas, y de nuevo percheando fui acercado al embarcadero que habían ahí construidos los dos, y tras desembarcar, subí de nuevo la precaria pasarela, cubierta de humedad y verdín resbaladizo, volviendo a pasar por todos los lugares que antes hube cruzado, como la estancia goterosa, las balconadas llenas de chicas que no dejaban de cantar e insinuar sobre sus favores, pasar de nuevo por el largo pasillo del viejo local, donde ya no había nadie, hasta que llegué de nuevo a la calle, por la cual ande ya con una luz mas ambarina de las ciudades modernas, alcanzando en poco tiempo los soportales columnados de la Avenida Grande, en la cual me encontré tras mucho tiempo sin vernos, con Sakut el Hechicero Viajero,y:
--¡Caramba Sakut, hace ya meses que no nos vemos, por donde andas?
--¡Bindoel!, Ja,ja. ¿Cómo te va tu vida?
Así empezamos nuestra charla los dos, en esos soportales, al inicio de la Avenida, cerca de la Plaza Mayor, y en un momento fijé en una alforja de cuero que el llevaba colgada al modo de bandolera, y al mismo tiempo de ella colgando una bolsita de cuero flexible que sabía ya lo que era, y me dice, tras meter su mano en ella y sacarla
--No me he olvidado de ti ni de tu encargo, eh, mira que te traigo.
Y así, me mostró unas cosas que traía de la comarca de la Tribu de las Tres Estrellas del Cazador, y que eran unos amuletos mágicos que fabricó con unos hechiceros antiguos en los Acantilados de Tresekan, y me las muestras, en sus vainas y fundas, en sus estuches, y me dice…
--Sabes Bindo, hay muchos de aquí que están usando a los hechiceros de Tresekan y de otros lugares para hacer sus deseos, gentes de poder político y económico, para que les vayan bien sus asuntos y no sean cogidos por la justicia… Mira, mira, ese que va ahí es uno de ellos, que ha gastado mucho para salir de sus problemas.
Y al mirarlo veo que es un conocido mío, pues su rostro está muy claro ante mi y digo
--Anda, si ese es Jumor el Legalista, mi antiguo vecino y gobernador de mi pueblo, de Kablaskol.
--Pues ese no es el único, hay muchos, muchos conocidos nuestros. Así me lo han dicho los viejos brujos amigos míos…
--Ajá, entonces, entonces, tantas cosas sorprendentes que ocurren, como de que se salen de rositas de líos y líos, es a causa de estas artimañas ocultas.
--Así es, amigo mío, así es.
Y así estuvimos un buen rato los dos, hasta que seguimos con nuestras cosas particulares, quedando él en ese lugar y por mi parte siguiendo por las arquerías, cuando en ese momento, empecé a sentir unas molestias en mi cabeza, que se irradiaba hacia mi nariz, una pesadez mental, una obstrucción en el decidir, que me tuve que parar, y apoyarme en la pared, teniendo que estornudar y expulsar el aire por las narinas, pues empezaba a asfixiarme. En esa situación, perdiendo la compostura, pues no tenía a nadie alrededor mía, empecé a hurgarme con el dedo las fosas nasales, pues me era imposible respirar ya, teniendo que tomar bocanadas de aire una y otra vez, y entonces, ¡zas! conseguí enganchar y retraer hacia fuera una especie de masilla blanca y pegajosa, una mucosidad densa, que al ir la sacándola me fue aliviando e incluso de forma placentera, la presión en la cabeza, bajando la tensión que ya tenía expandida por el cuerpo, y así, al retirar la mano y ver enganchada en mi uña esa cosa o masa verdecilla, como verde agua muy clarificada, la arrojé rápidamente al suelo, y vi como reptaba como un gusano sin forma, y me dije, sin sorprenderme mucho, pues ya había visto muchos casos y situaciones como esta:
--¡Este se ha quedado con las ganas de anclarse y poseerme!
Y con rapidez, con mi viejo, gastado, cuarteado pero cómodo zapato, lo pisé y lo aplasté, refregando mi suela sobre el suelo, convirtiendo esa masa informe en una más informe mancha de humedad grasienta, que expandí en todas direcciones sobre el suelo donde arrojé a esa cosa masa.
Y ya repuesto, contento, con más vitalidad y con mi mente más despejada, viendo más claro todo, pensé:
ºº Sí, esto ha sido un intento de infestación, un ataque de esos seres extraños comecocos que nos quieren dominar y controlar, pero se han quedado con las ganas, y por esta de nuevo los he expulsado, ¿pero hasta cuándo resistiré? ºº
**4.UN DíA EN ZYMASALTAS
Y LA DONCELLA DEL SOMBREROTIENDA**
Tras ese encuentro con Sakut y la expulsión de la masa infectante, repuesto del suceso, seguí en mi deambuleo por Zikred, hasta que llegué a la zona del penal viejo de la ciudad, andar que hice porque sí, porque tenía ganas, y llegado a esa altura, decidí de nuevo regresar al centro, y en ese andar, para mi sorpresa empecé a encontrarme a gentes conocidas, de esas que resaltan sobre el resto de nuestras relaciones, como era “El Negro Saludador”, o “el Muchacho Entrenador de la Carpeta”, o a Joroko “el Payaso-Chamán”, o a Jumov “el Informático Político”, o el caso de Erreyga y la Bicicleta Rescatada, o el de Katofer “La Rubia Biénmirada”, o el de Pamur “el Trovador Buscador de Momias” y Remur “El Mecanico”, o el de “La Chica Choferesa”… o la larga conversación tenida con “Grazyela Dos Casas”.
De todos esos encuentros puedo decir algo, una fábula que ellos mismos me contaron, pero tal vez la cuente en otros momentos, aunque no es cosa para dejarla en el olvido, pues con estas pequeñas cosas extrañas es con lo que damos color y sabor a nuestras vidas…
En fin, mucho que contar, pero en otro momento, hoy voy a tratar sobre las horas que pasé en Kumay y lo que en ella viví…
Me trasladé en un viaje de esos sin nada sobreordinario hacia Zymasaltas, recorriendo las carreteras sinuosas de las Colinas Oscuras, pasando por entre las montañas, bajando a los valles de diferentes honduras y anchuras, siempre entre las arboledas y bosques, unos densos y otros clareados y tras bajarme del bus llegué a la parte alta de la localidad, recorriendo las calles y tras llegar arriba del todo, estuve por ahí un buen rato mirando lo que sucedía por el pueblo, hasta que cansado de ver los tejados y chimeneas, y algún que otro pájaro de todo tamaño y color, decidí bajar hacia la casa familiar de Selblan, a la cual no veo desde hace días en ninguno de los lugares comunes de Akende ni Alyende, y llegando a la casa, la cual es una mezcla superpuesta y ordenada de todas las casas de su familia, me adentre en ella, hacia el interior del saloncito de estar, donde se hace la vida comunal, algo así como el corazón de todas sus acciones y vivencias…
Al llegar al interior comunal, vi en el saloncito a los familiares directos de ella, ya mayores todos, y entonces me entró una inquietud y ganas de salir pronto de ahí, pues solo estaban hablando de sus males y de sus cuidados, de los demás, en una típica reunión de dimes y diretes sobre todos los que ahí no estaban, y entonces recordé un deseo que me dijo Selblan hace ya décadas, al principio de nuestro conocimiento, que mas o menos me dijo
ºº Sabes, Bindo, si no te hubiera conocido casi seguro que estaría al cuidado de todos mis viejos, padres y tíos, como una cuidadora matriarca, que los sacaba al Sol, de paseo, los atendía, como una asistenta a tiempo completoºº
Y recordando todo eso, decidí salir e irme lejos de ese club de mujeres, que encerradas en ellas mismas, atrapaban a los que con ellos empatizaban y los hacía dependientes de sus problemas, con dos o tres gratificaciones, que las gentes comunes y corrientes lo verían muy bien, pero que para mi forma de ser no sirve para nada, para mis esperanzas vitales, así que tomando fuerza en mi voluntad, me dije
ºº Sal ya de aquí, cuanto antes, y anda sin parar hacia cualquier pueblo de estas alturas, que seguro que tiene enlaces o transportes hacia Zikred, en pocas horas o mañana mismo, o hacia cualquier otro sitio hacia el levante, por donde pasa el tren, sal y haz lo que sea, y aunque no lo cojas hoy, quédate en cualquier lugar con el que no tengas relación alguna, con el que no te una nada, y duerme, duermes lejos de aquí, pero yaºº
Eso pensé, si señores, eso deseé, y así, con cortesía como aquellas que hacen los que van a buscar tabaco y después no vuelven y acaban al otro lado de la ciudad o del Mundo, dije que salía a tomar aire, y al llegar al zaguán de la casa familiar, veo que entra un familiar, varón este, barbudo, envejecido, tristón y cansado, aunque no llegaba a los cincuenta, se adentró hacia donde estaban ellas, saludándonos los dos, mientras por fin salía a la calle, y respiré hondo, pero muy hondo, y tras eso, miré hacia arriba y hacia abajo, y cogí hacia mi diestra, yendo a un cafetín que está de esquina, y en ese lugar me siento en un velador, en donde tomándome un bebestible caliente, me pongo a leer, anotar y escribir en unos papelajos cosas de mi interés…
Y estando en ese quehacer, tranquilo, apartado de los bullicios de los demás velantes, se me acerca un niño con bigotillo naciente, y empieza a molestarme con pasos continuo en torno mío, y poco a poco molestándome moviendo el mobiliario que me bordeaba, interrumpiéndome en mis cosas, y es en ese momento, cuando tras un tiempo de aguantarlo, me levanto de mi silla metálica, arrastrándola hacia atrás con mis pantorrillas, y acercándome al niñato, lo cojo por los hombros y lo zarandeo, dándole varios meneos y
--¡Niño, quieres irte ya de mi lado y dejarme en paz, con lo grande que es la calle eres como un mosca cojonera!
Me miran los demás que están ahí sentado, y viendo mi fortaleza e ímpetu, les digo
--¡Dejen tranquilo a quien tranquilo quiere estar, que si despiertan al león, sus zarpas dañan!
Eso dije a todos, y en especial a una mujer que se acercó hacia mi y que era la madre del niñato ese, que viene a defenderlo de mi zarandeo, pero al verme en mi fortaleza y escuchar lo que grite, y ante mi temor a que también en su ataque en mi defensa la agrediera y la zarandeara, esperé a su acercamiento, pero vi que refrenaba en su avance aunque su semblante era el de trocearme en carne picada para los cerdos, y mirándome con los ojos rojos y los parpados entornados, lo coge y se lo lleva, con rapidez, apartándose de la zona del cafetín, viendo que se adentra en la calle hacia su casa…
Pero ya no estaba cómodo ahí, así que recogí y embolsillé mis cosas, y levantado, deje unas monedas en la mesita, y pase por toda la zona, entre los veladores y los que ahí estaban sentados, y como si fuera el día de tomarla conmigo, otro quiere pasarse conmigo en cuanto a gracioso, por lo que agarro una silla de esas de hierro plegables, la levanto como si fuera una espada, poniendo una de sus patas a una pulgada de su cara, digo de nuevo ante todos:
--¿Qué rayos os ocurre hoy, que no dejáis tranquilo a nadie que no sea de vuestra cuerda, a nadie que quiere estar tranquilo entre vosotros? ¿Por qué no os dedicáis a lo vuestro y me dejáis en paz?.
Eso les dije, y tal vez sea por ser fortachón, pesado y lanzado lo que les hizo pararse en sus bancadas metálicas, por lo que parado el juego de nuevo, me salí afuera de esa terraza que da al sur, al sol, la cual formaba como un mirador hacia las montañas de las Colinas Negras que desde Zymasaltas se ven.
Así que me senté al borde de la calzada, en una mesita solitaria, mirando a las montañas, cuando vi que los que ahí estaban sentados miraban hacia atrás de mí, lo que hizo que yo me girara también y fue cuando vi a la muchacha extravagante del pueblo, la cual teniendo bonita figura, iba vestida con colores llamativos y un sombrero formado con una gorra de la cual salía el palo de un paraguas grande, sin tela, con las varillas expandidas, formando un armazón si tela alguna, llevando colgando a modo de tenderete andante una variedad de cachivaches y cosas estrafalarias que ella en su deambular por el pueblo quiere vender.
Al verla venir hacia la terraza, llamo a ella y con su juventud y delgadez, con sus ropas ajustadas, con su vientre plano al aire, mostrando su ombligo, se me acerca y puesta ante mi, miro lo que lleva, y empiezo a ver que hay colgadas cámaras de fotos digitales metalizada, bolsitos, recuerdos de varias clases, etc y le digo
--¿No tiene mas cosas, muchacha?.
--Oh, si, mira lo que tengo
Hace girar el tenderete, y para frente a mi un bonito sujetador de mujer, y me dice
--Mira, esto es guay…míralo bien y veras.
Lo miro, y comprendo que es una prenda íntima cargadora de energía, y le digo
--Y no tiene más cosas, muchacha
Y en ese mismo momento, mientras hablaba con ella, empezó la muchacha a ponerse alegre y bonita, cambiando su semblante, y poniendo su voz suave y melodiosa, empieza a mostrarme sus secretos, que son las cosas que los otros no ven, y que ella en su simpatía hacia mí me enseña, y empiezo a ponerme algo alterado, pues empecé a ver que la muchacha se acercó más a mí, y una energía surgió de ella, y mi cuerpo empezó a despertar a un estado extraño, algo que mi amigo Juanito me cuenta de vez en cuando…
2057.1.”LA COMPASIÓN DEL CAZADOR”
-Sobre la madrugada, un pitido agudo en la cabeza despertó a Bindo de su reposo ensoñado, y este, conocedor de que son muchas veces estos ruidos por cambios en el peso del aire o por ciertas vibraciones que agitan al planeta, se removió de su lecho y levantado, salió fuera de su cubículo, y marchando al corral trastero, y nada más traspasar las cortinas antimoscas, se encontró en un lugar desconocido para él, y pronto, por no decir al instante, supo que ese paso ha sido atravesando un portalín abierto por el deseo de alguien o algo.
-Se puso a andar por ese lugar desconocido no por no saber lo que era, sino porque no sabía donde estaba, pues el ambiente era oscurecido, pero no totalmente, sino como una penumbra más clara que negra, y así, andando, sintió una corazonada de que el que lo ha llamado ha sido Anflep el Retratista, el cual buscaba ayuda para salir de un lío que lo tenía como si fuera un condenado con la soga en el cuello.
-En este andar de Bindo, en la semioscuridad similar a una noche con poca Luna, poco a poco avanzó hasta llegar a un espacio diáfano, donde como si fuera un claro de Luna en un bosque, en el centro de este, rodeado por las penumbras, vio ahí a Anflep, y con la cautela que le ha enseñado los gatos a los ha cuidado, se quedó en el borde del claro, ocultado por las sombras, observando la situación que estaba ocurriendo ante sus ojos.
-Vio Bindo como Anflep, que estaba como luchando y peleando por mantenerse en pie, va perdiendo sus últimas defensas personales, pues va quedando aislado y solitario, viéndose desolado, ya que de su lado se han retirado todos, hasta la familia de su mujer con su mujer al borde del ahí te queda. Pero Bindo ve el coraje de Anflep, que no temiendo perder nada, pues nada tiene, aún lucha y pelea para mantener su compostura y quedar erguido, sosteniendo su posición ante el acoso y ataque de lo que son sus contrarios. Pero es tan grande su esfuerzo y se ha desgastado tanto, que su coraje es débil no por lo que desea sino porque su fuerza se le va, y eso hace que baje la guardia, pues sus sentidos ya no dan más de sí, no tienen fuerza para estar activados.
-Es así, que en un momento de reposo, los que le atacan asaltándolo en su debilidad, siendo la oscuridad cada vez mas profunda en este claro que se ennegrece, ese grupo de caza y captura, pese a revolverse en su debilidad, lo aquietan, reducen y apresan, haciéndole hincar las rodillas, con sus armas tiradas en torno suyo, siendo por dos esbirros agarrado por sus brazos, a los cuales, desde su ocultamiento, Bindo, al mirarles sus caras y ojos, sintió que buscan hacerle daño.
-Así, estando en ello, le llegan a él voces desde donde están los que ve como jefes captores, en la misma raya que separa la oscuridad oscura de la grisácea, reunidos entre ellos, con sus rostros de esos hechos de piedra y metal oxidado, ajado por los años y las malas y subhumanas o no humanas emociones. Así los miraba, cuando desde ese grupo de mandamases, salió un jefecillo, que llevando un cuchillón en su mano diestra, se acercó a Anflep y llegando junto a él, puso el filo de la hoja en su garganta, agarrando con su mano izquierda sus cabellos y jalando de ellos, levantó la cabeza del cazado, y sin decir nada, todos supieron que el degollamiento vendría pronto para Anflep.
-Fue un momento tenso, pues desde donde estaba Bindo, este veía la situación y su final, pero estaba ahí cohibido también, ya que si intervenía, ahí, sin recursos ni armas, no podría hacer nada como otras veces lo ha hecho, liberando a los capturados. Ahora estaba ahí parado, sabiendo que si se entrometía, sería también cazado y serían ellos dos los sacrificados a la diversión o demostración de poder de estas gentes captoras.
-Pero no se quedó petrificado Bindo, no. Lo que hizo es que se puso a rezar, a orar, a pronunciar, buscando influir en las mentes de esos jefes, pues sabía, por haberlo aprendido, que con un sincero y claro deseo se puede tocar y hacerle comprender a otros que se puede hacer otras cosas y salir de la senda del sufrimiento causado. Así, Bindo deseó mentalmente que no dieran la orden de degüello, cuando viendo que el que portaba el cuchillón estaba esperando el mandato de abrir la garganta de Anflep, escuché un voz fuerte que venía desde donde se encontraban los jefes en esa penumbra, que decía:
--¡No, no lo degüelles, no!. Ha luchado bien, pero él no ha sido el causante, sino más bien un dañado más de esta cadena del destino, como muchos otros, como cuando sucede un terremoto de alto poder y todo se remueve, destruye y cambia. Sí, ahora que lo tenemos, y viendo que es un luchador, nos sería mejor a todos que su esfuerzo de salir adelante sea usado para buscar riquezas, y con ella vaya pagándonos, aunque sea poco a poco, aunque sean con pagos menores… Sí, de nada nos sirve anular a quien nos sirve.
-Así escuchó Bindo, y al momento, la garganta se alivió de la presión de filo afilado del cuchillón, viendo como se levantaba, al retirarse los dos que le agarraban por los brazos, y como el claro que lo envolvía se iluminaba algo más, como desapareciendo la oscuridad de este lugar.
-Pero Bindo no salió a escena, sino que se mantuvo en las penumbras, hasta que siguiendo una especie de senderito, regresó, y atravesando el portalín de nuevo, sintió un gran sueño, y sin mas, se recostó y quedó de nuevo en el reposo nocturnal…
"ELLAE"
**Continúa mas adelante**