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♡CUENTO DE NAVIDAD♡              《La Esperanza es el Amor》

Actualizado: 27 ene 2020


Estaban los pescadores en la playa, que es así como llaman ellos a las llanuras de arena de los fondos marinos, por la cual arrastraban las redes tras las puertas, con las que cogen los frutos que Neptuno dona a quien él sonrie. Era una decena de traiñas que tajaba las olas en sus avances, con sus hombres en cubierta, unos escogiendo lo que las artes les dejaban, otros estibando en cajas esas pescas, otro manejando la rueda del timón, tal vez uno engrasando la maquinas y el motor que impulsaba a los barquitos, y casi siempre, un aprendiz de marinero, un grumete vamos, que en lo que llaman cocinilla, calentaba en un hornillo agua en una ennegrecida cafetera, la cual ya formaba parte de la traiña pues casi desde su botadura, un día si y otro tambien calentó con su mejunge los estomagos de los marineros. Así, ellos faenaban para poder vivir, en estos días pasado el solsticio de invierno, antes del fin del año, cuando Orion se levanta por Oriente señalando con sus tres luminarias el ascenso de esa estrella que es la que alegra cuando se le ve, a los que regresan tras largo tiempo a casa. Desde antes del amanecer que todos esos hombres dejaron sus hogares y casa, a sus gentes, a sus esposas, a sus hijos, a sus madres, a sus hermanitos, y a algunos padres, pues muchos faenaban juntos, padres e hijos en mismos o diferentes barcos. Así, proa al mar adentro, las traiñas dejaron la ría, esperando regrasar pronto, pues eran dos días previos a la celebración de la gran fiesta de la Navidad, ya que en este día las gentes de tierra adentro gustaba de comer pescado fresco, por aquello de que este era un simbolo de esta antigua creencia, y por ello no les importaba pagar más por unas buenas piezas frescas. Claro que hacía frío, era el principio del invierno, y aunque se movían y se esforzaban, y eso calor les daba dentro de sus ropas de faena o de agua, no era agradable sentir la humedad, las rociadas que la ventolina se levantaba, y vaya, estaban notando que cada vez hay mas meneo, un oleaje mas bravo, un mar de fondo insatisfecho. Ya era poco antes del medio día, cuando la mayoría de los barquitos recogieron sus artes, y a viva voz se dijeron entre ellos, pues pasaban en su regreso unos juntos a otros, saludos, adioses o se ufanaban de lo que llevaban cogido y que venderían mas que otros días. Así fueron todas dejando la playa hasta que quedó la última, que vaya, su nombre era “Buen Suceso”, que por aquello de la fortuna, hoy le fue mal la pesca y querían aprovechar hasta el ultimo momento, pues así los pescadores tras hablar entre ellos en un reposo de cigarrilloy café, decidieron. Sí, en estos barcos casi familiares, todo lo comunal se decidía por acuerdo entre ellos, aunque los cabellos blancos valían dos o tres votos lo de los cabezas negras por aquello de la experiencia y el saber navegar. Del grumete no digo nada, pues este era el chico del café o ven aquí o ve allá, todo eso en una eslora de diez metros y una manga no mayor de tres. Así, con el mar levantándose, quedaron ahí solos, esperando que la suerte cambiara y su bodega se llenara de pesca fresca, y ya sin poder gritar o competir con las otras traiñas, se hablaban entre ellos, o esperaban subir el arte para escoger, y así pasaron las horas, y los otros barquitos fueron entrando en su puerto, antes de la puesta del Sol, y los armadores, dueños, compradores de pescados, los subasteros, ociosos, y toda clase de gentes de puerto, estaban en el muelle, y los de la lonja tenían abierta sus puertas y dispuesto todo el proceso para la venta de la pesca fresca. Así llegaron todos, menos uno, y los mas cercanos a ellos, sus parientes, amigos, conocidos, preguntaban --Oye, saben algo del Buen Suceso. --Los dejamos allá en la Playa del Corsario Tuerto – Así le llamaban ellos a ese lugar. --Nos gritaron que tenian una mal dia y que se quedarían mas tiempo. Así entre ellos hablaban, y como no, en este mundo de los marineros hay muchas creencias y supersticiones, y entre todos los que por ahí andaba, un anciano cojo dijo a unos que miraban como descargaban --Deben venir ya, tengo siempre una mala impresion de ese lugar, ahí fué donde perdí mi pierna, saben, y fué en unos dias cercanos a este, --Sí, si, la leyenda del Corsario Tuerto, ese que por venganza en su soledad gusta de pasar la Nochebuena en compañía de los que pasan por su playa. --Vosotros, los pescaderos reiros, reiros, pero ¿cuantos barcos se han quedado en ese lugar en las noches de los dias previos a la Nochebuena, cuantos, cuantos?. --Venga, venta, dejate de cuentos de viejo. Y además el patrón del Buen Suceso es Tiago, y ese huele hasta el mas leve de los cambios en las brisas. Así, pasaron las horas y cayó la noche del día previo a la Nochebuena, y todos regresaron a sus casas, unos mas contento que otros, pues la fortuna nunca deja de rodar para su propio gusto y no el de los humanos. Pero se quedaron los mas cercanos a los que no aparecían, y entre ellos el viejo cojo, que seguía fumando su cigarro que nunca se acababa. --Oye - dijo un familiar de Tiago a uno del grumete, que eran parientes entre ellos – oye, esto ya tarda, nunca he visto que llegaran tan tarde. --Tranquilo, hombre. Siempre hay una primera vez. Y además, el hombre del tiempo no ha dicho nada de tormentas imprevistas, ni de oleajes ni de vientos locos, ni nada de eso. Así, entre ellos hablaban y pasaban las horas, y se acercó la media noche, y avisaron al Capìtan del Puerto, y estaban ya mas preocupados. Del Buen Suceso nada se sabía, pues todos los barquitos de todo porte estaban atracados o fondeados. Así que llamaron a los pueblos costeros vecinos, por si sabian algo, pero nada. Todos estaban recogidos y en sus casas, por asi decirlo. Eran diez hombres los que iban en la traiña, pues el patron y dueño de ella era justo y repartian las ganancias bien con su tripulacion, de acuerdo a los pactos antiguos que se daban entre ellos. Por eso no les importaba trabajar o apoyar a su patrón, pues nunca los había defraudado. Eran díez, que estando en cubierta pasada las seis de la tarde, levantando un buen lance, con el cual se daban por satisfechoy tras arranchar todo lo cogido y las artes, regresar al puerto de Vetaleguas, su pueblo. Así estaban halando la rede sobre cubierta, para cuando entrara el copo lleno de peces ebullientes, saltantes y buscando el escape, al abrirlo y se desparramara por los casi siete metros cuadrados de cubierta que tenian para escoger, lo hicieran sin contratiempo alguno. Así estaban, con la red subiendo por babor, el barco escorando hacia ese lado, todos contentos porque pensaban que era unos buenos dineros para sus casas, hablando en su jerga y acento, proa al este, cuando...saliendo el copo bien cargado, entre su masa de peces, distinguieron una vieja escultura incrustada de conchas, escaramujos y una costra de mucho tiempo, pero aún así, tenía cierta figura casi humana, que hizo exclamar a Tiago --Máldita sea, el Corsario Tuerto. Rayos, rayos. Suelten la red, sueltenla, ya...ya... Pero no dío tiempo a más, algo tiró del copo de nuevo hacia el fondo, y con él hizo escorar mas al barquito hacia babor, y mas... --Dejen todo y a estribor, todos a estribor, y suelten ya la red, cojones, sueltenla ya... Pero no dió tiempo a más. La traiña se dió la vuelta, poniendo su quilla al aire, cayendo todos al mar, acompañando al copo que se hundía, arrancando de cuajo el palo que hacía de grua, liando con toda la cabulleria soltada las redes que caían, las cajas que se soltaban y todo lo que no estaba atado y bien atado. En su vuelco, se quebraron las maderas formandose muchas rajas y fisuras, por donde entraba el agua y por donde se iba el aire, y así, lo que pudo ser un casco salvavidas, se fue sumergiendo y hundiéndo arrastrado por el peso del infausto Corsario Tuerto, que ya tenía para él nuevos comensales. Los diez cayeron al agua, pero los mas cercano al copo, envuelto en los cabos y las redes que sobre ellos se abalanzaron, se vieron atrapados y arrastrados, mientras los otros buscaban por zafarse de ese infortunio, asirse a alguna caja flotante o flotar como pudieran, mientras la tarde noche avanzaba, el frío crecia y las olas se agigantaban. En poco se hundió el barquito con seis de los pescadores enganchados en las redes o cabulleria. Quedaron solo flotando como podian Tiago, el grumete y dos marineros, que a la voz del patron se acercaron y arrejuntaron. Se fué el Sol y amainó un poco el oleaje y la Luna era nueva en estos días, así que solo les alumbraba la luz zenital de las estrellas del cielo. Aunque estaban empapados de fria agua, ya temblaban, y pronto, no mas de dos horas despues de irse el Sol, Tiago y uno de los dos pescadores desfallecieron y abriendo sus dedos, se soltaron de la caja de madera que lo mantenia a flote, sin poder hacer nada el grumete ni el otro pescador. Se habian adentrado unas treinta millas mar adentro y desde ahí no se veía la costa, ni la luz de faro alguno, nada...estaban ahí los dos solos, esperando acompañar en su cena anual al Corsario Tuerto, y ellos pensaron, pensaron en sus sueños, en sus deseos, en sus amores, en sus familias, en lo puerca que es la vida, en lo esquiva que es la fortuna, en lo poco que han gozado... Mientras en Vetaleguas, la pesadumbre crecía, en las casas de los marineros del Buen Suceso encendieron las luces de la calle, con sus farolas ya apagadas, y muchos amigos se acercaban, y muchos familiares llamaban, y encendieron candiles y velas en sus altares hogareños, a sus santitos y angeles, a su Dios, a quienes deseaban que protegieran a los que en la mar estaban. Ya hubo pasado la medianoche, y dos horas mas, y fue cuando el ultimo pescador dijo adios al grumete, al aprendiz de pescador, y mirandolo a los ojos, temblando por el frío, sin versele con miedo o terror, le dijo -Adios, nos veremos con Dios o con el diablo, adios... y soltándose de las maderas que formaban las varias cajas y tablones que acercaron poco a poco, con los que no pudieron hacer como una balsa, se separó de él, se sumergió y se hundió en la negritud de la mar que lo acogia. Y quedó solo el grumete, y en las casas de los pescadores, las mujeres sintieron un frio recorrer su espinazo, pararse su corazón y su mente mostrarle el mal fario de la dama blanca. Y en aquellas casas donde la emoción del amor y la querencia estaba mas anclada, incluso los niños y los mas sensible sintieron que les besaban o acariciaran, incluso bailando una danza funebre las llamas de las velas y los candiles, como si sobre ellas pasara el halito de alguien que ya no estaba... Era el día de la Nochebuena, y el chico del café era el unico que flotaba cuando vió como la noche se marchaba, Aurora descorria el velo del día, para que la luz volviera de nuevo, aterido y cansado, ya el miedo se le hubo ido, pues algo le impulsaba a mantenerse a flote, a aguantar, a seguir vivo, a no cenar con el Tuerto, no. El quería regresar, pues se embarcó por que queria vivir para amar, y el lo supo, que él no moriria en esta noche, por que tenía la esperanza de que a él le esperaba quien le Ama, su joven mujer y compañera. Eso lo mantuvo a flote, lo mantuvo calido, pues al mismo tiempo ella por el rezaba, suspiraba, soñaba, lloraba y su calor le mandaba, un estraño hilo vital los unia, y eso a él, lo alentaba, el frío alejaba... Y saliendo el Sol, si, saliendo el Sol, al mirarlo con sus ojos castaños, el aprendiz, vio como una mano iba hacia él, un rayo de Sol a él calentaba, alumbraba, y aún así desfallecido, sin apenas ya fuerza, flotando como un cristo en cruz sobre las aguas de su mar, vió en el Sol la figura de Tiago, que le sonreia, y tras ello, caminó sobre ese sendero del Sol que hace rielar a las aguas, a la que le hizo mantenerse vivo, que flotaba envuelta en un nimbo dorado y que le llamaba y … --Si, aquí hay uno, sí, aquí está uno. Era una barquita de vela llamada “Esperanza”, así ponía en su amura, sobre el ojo que oteaba a la olas, y en ella, a uno conocido, de verlo pasear en las noches de la Luna Llena primera de la Primavera, que le sonreía, y a su bote lo subió y rescató, salvándolo. Ya no recordó mas...Despertó en su playa tan conocida de su comarca, cerca de Vetaleguas, ahí, envuelto en las algas y morrallas que la costa recoje, agarrado él a un tablón que ponia en letras blancas sobre negro “BUEN SUCESO”... Y oyó una voz dulce para el, que decía --No, no puede ser, no, no puede ser, tú Y corrió, con suspiros y llantos alegres, los pocos pasos que les separaban. Era ella, su Destino, c.XEYAREUM-XUN 2057.11.27.Mi3.S48.17hs

 
 
 

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